Una bailarina encerrada en una caja de grandes dimensiones, con paredes de tul blanco convertidas en pantallas. Proyecciones que lo inundan todo. En japonés, Hakanaï define lo frágil, evanescente, transitorio, lo que está entre el sueño y la realidad. Y así es este espectáculo en el que se cruzan modernidad y tradición, lo fugaz y lo contemplativo. Coreografías digitales que arrastran los sentidos, pero que también hipnotizan con calma. Un haiku visual. Números, líneas, cuadrados, letras,… llueven sobre la protagonista que dialoga, a través de su cuerpo, con ellos. Ella, Virginie Barjonet, comparte lo que siente con esta obra de la compañía Adrien M & Claire B, desde el escenario.
“Interpretar Hakanaï es una experiencia muy particular”.
“Desde el inicio, la atmósfera que se genera está imbuida de suavidad y serenidad; una tranquilidad que aparece desde el comienzo de la obra”.
“Es emocionante no tener los detalles exactos de lo que va a pasar, ya que la interacción entre las proposiciones gráficas y coreográficas es casi permanente y espontánea”.
“Uno de los parámetros fundamentales de esta obra es la necesidad que tengo como bailarina de escuchar a un “partenaire” con aspecto virtual”.
“El dispositivo escenográfico ofrece una relación privilegiada entre el público y la danza -por la proximidad entre ambos-, aunque respetando también el espacio íntimo de la intérprete. Con “Hakanaï” siento estar en un capullo en el que puedo expresarme plenamente; un lugar donde reina la bondad”.